La vida se desarrolla en una dinámica de desapegos, de separaciones, de pérdidas. Lo llamemos como lo llamemos, de lo que hablamos es de la aceptación del principio de separación y de pérdida como condición necesaria para vivir. En este escenario, las reacciones frente a la perdida son respuestas individuales a las que acompañan condicionantes sociales, de personalidad y de historia personal y/o vital. Con todo ello, la persona cuando se enfrenta a una perdida, se enfrenta a su vez a su dolor, a un proceso de aceptación de ese sufrimiento.
Tomando como referencia las palabras de Viktor E. Frankl (1):
“Viviendo como vivimos en presencia de la muerte, como el límite infranqueable de nuestro futuro y la inexorable limitación de nuestras posibilidades, nos vemos obligados a aprovechar el limitado tiempo de vida de que disponemos y a no dejar pasar en balde, desperdiciándolas, las ocasiones que sólo le brindan una sola vez y cuya suma “finita” compone la vida”.
La muerte es dentro del proceso vital la pérdida más significativa para la persona. Si bien, la muerte es parte de la vida, como nacer. Es una realidad que nos habla con crudeza de la caducidad de nuestra existencia.
La muerte es dentro del proceso vital la pérdida más significativa para la persona
Las perdidas y separaciones (enfermedad, accidentes, vejez, etc) que experimenta la persona a lo largo del proceso vital evidencian la necesidad de afrontarlas, de que aprender a vivir es aprender a morir. Son experiencias vividas con frecuencia, pero de la que cuesta hablar, complicando con ello el afrontamiento y aceptación de la perdida. Desde la perspectiva de la logoterapia, cuando acompañamos a una persona en su duelo, le ayudamos a vivir sin negar la realidad de la muerte, a superar la angustia de la separación. Esta relación de ayuda, tiene como objetivo lograr el reajuste emocional de la persona, que recupere la esperanza de seguir viviendo, que rescate sus valores en la experiencia de perdida. Y para ello, le acogemos en un espacio de diálogo y escucha.
El ser humano atraviesa a lo largo de su proceso vital por variadas perdidas:
Este mapa de pérdidas de personas, objetos, relaciones, valores o ideas que configuran la vida de cada persona, provoca un proceso de reacciones emocionales que acompañan a las pérdidas, dando lugar al duelo.
El duelo (del latín, dolus, dolor), es la respuesta emocional a la pérdida de alguien o algo, constituyendo un proceso de reacciones personales que siguen al acontecimiento de desapego, y que dependiendo de la persona será vivido con mayor o menor intensidad de sentimientos, según el significado que otorgue a la pérdida.
El duelo es una dinámica humana que presenta las siguientes características:
Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las circunstancias que se nos presentan y cumplir las tareas que la vida nos asigna continuamente a cada individuo. Y afrontar el duelo tras una perdida o separación, es una tarea que la persona ha de afrontar como parte del proceso de aceptación de la pérdida.
Para la Dra. Elisabeth Lukas (2), psicóloga y logoterapeuta, el duelo provoca cambios permanentes en el centro espiritual de la persona y estos cambios pueden dar lugar a una maduración personal cuando la persona acepta la pérdida.
Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las circunstancias que se nos presentan y cumplir las tareas que la vida nos asigna continuamente a cada individuo
En este sentido, hay una serie de pasos que favorecen la aceptación de la pérdida:
La logoterapia, es una terapia centrada en el sentido. En palabras de E. Lukas (3), “la logoterapia se entiende como una psicoterapia centrada en el sentido y, como tal, quiere prestar una ayuda en su lucha por el sentido, quizás la más humana de todas las aspiraciones humanas”.
La tarea de la logoterapia es ampliar el campo visual del paciente para que descubra la gama de significados y de valores que está llamado a realizar. Por medio de la biografía de un sujeto encontramos la explicación de su existencia, lo que en realidad es, tanto con respecto a su ser real, como con vistas a sus posibilidades de encontrar y realizar un sentido.
Encontrar sentido a la pérdida, encontrar sentido al dolor que produce, puede ser la forma de superar el impacto emocional que provoca la muerte de un ser querido, la pérdida de la salud o de los bienes, la violencia inexplicable, etc., y la logoterapia se presenta como una psicoterapia que intenta crear la conexión entre la salud mental y nuestra base de valores, así como contactar con valores, buscando metas y tareas para ser seguidas aún en condiciones adversas.
El duelo es un proceso de aprendizaje interior acerca de la pérdida de alguien o algo valioso
Así en la intervención en duelo desde el enfoque de la logoterapia, acompañamos a la persona a modificar su actitud y le ayudamos a:
Para E. Lukas (4) el duelo es mucho más que un sentimiento de pérdida, el duelo se encuentra en el centro espiritual y mental de la persona. Es más que un sentimiento, es el conocimiento de una perdida valiosa, y ese conocimiento no puede ser borrado. Desde la logoterapia el objetivo es trascender ese proceso a través de los valores de actitud y seguir viviendo una vida configurada de “sentido”, en la que el mismo duelo pueda llenar la existencia de sentido.
Desde esta perspectiva, el duelo es un proceso de aprendizaje interior acerca de la pérdida de alguien o algo valioso. Como ya hemos comentado, las personas atraviesan a lo largo de su vida por diferentes perdidas, algunas de ellas revestidas de circunstancias difíciles y el cómo las afrontan, en muchos casos les otorga una “sabiduría especial”, pues aprendieron que el hacer frente a su pérdida, les ayudó a dominar su sufrimiento. En la práctica de intervención en duelo, esa “sabiduría especial” se pone de manifiesto cuando las personas explican que es como “si se le abrieran las puertas de la comprensión”, como “que algo se ha transformado es su interior”.
Las personas aprendemos a vivir para decir adiós, lo que significa aprender a vivir sin temer a la muerte, acogiendo a la vida. Transitando conscientemente por una vida en la que aun con la pérdida podemos seguir disfrutando de unos valores, que ni siquiera la muerte puede destruir.
Referencias bibliográficas: